Capitulo 7- Realmente, me queda bien el amarillo
Cuando llegaron a la feria, lo único que se podía ver desde el carro era la enorme montaña rusa y todo lo que le rodeaba. En verdad era fabuloso poder observar todo eso desde un lugar tan incómodo como lo era el carro, no porque fuera un carro incómodo, sino porque el ambiente dentro estaba un poco tenso con Len mirándolo a cada segundo, guiñándole el ojo y mandándole besos sin que NADIE se diera cuenta.
-¿Me estaré volviendo paranoico?- se maldijo en un instante mientras aparcaba el auto.
Y todos salieron como disparados del auto.
-¡Parque de diversiones!- los dos gemelos se tomaron de las manos y corrieron hasta la entrada como si no hubiera un mañana.
Ah, pero claro, esos dos eran aún niños. Gakupo y Kaito se miraron por un instante y luego suspiraron, en verdad es que a veces les costaba trabajo frenar sus pensamientos en ese pequeño detalle.
Así es como todos avanzaron cuidadosamente y pagaron sus entradas. Todo parecía como un sueño hecho realidad, todos listos para la diversión sin pensar en nada extraño, o al menos Kaito le estaba bajando a su paranoia cuando Luka lo miró a los ojos.
-Los gemelos son tu responsabilidad- y luego sonrió.
Esos ojos podrían haberlo matado de ser pistolas, así que apretó los puños de sus manos y tragó saliva.
-¡Kaito!- la voz chillona de Miku- ¡Vamos a la montaña rusa!
La chica de coletas verdes estuvo a punto de abalanzarse contra Kaito cuando Len se puso rápidamente entre ellos dos y lo abrazó por la cintura con un toque de lujuria.
-¡Súbete conmigo Kaito!- sonrió tan inocente como pudo, entrecerrando sus hermosos ojos azules.
Eso hubiera sido una segura hemorragia nasal de no ser por el lugar en el que estaban.
“Que lindos” “Parecen hermanos” esos y más comentarios comenzaron a sonar a su alrededor y el sonrojo en las mejillas de Kaito no hizo más que empeorar. ¿Realmente estaba tan hundido en su propia desgracia?
Miku comenzó a hacer un berrinche y miró a Len con ojos amenazadores.
-Kaito- Len se dio cuenta- ¿Podrías traerme una servilleta?- hizo unos ojos adorables.
Y el chico de bufanda azul no tuvo más remedio que ir por la bendita servilleta y dejar a aquellos dos solos, a lo mejor era una buena idea después de todo.
-¡Escúchame Len…
-¡Escúchame tú!- Len la miró muy serio, haciendo que la otra chica se sintiera un poco intimidada- Miku, no quiero que molestes, es MI tiempo a solas con Kaito y tengo muchas cosas planeadas, así que, ¿Por qué no te vas a jugar con Luka o algo por el estilo? De todos modos no te interesa Kaito, así que aléjate lo más que puedas- se pasó la mano por el cuello haciendo una seña “muérete”- así que hazme caso.
Dicho esto volvió a sonreír y Kaito llegó con la bendita servilleta.
-Ni siquiera sé para que la quieres- se la entregó. Entonces sus ojos se desviaron hacía Miku que parecía bastante perturbada, casi al punto de estar… ¿tranquila?- ¿Qué ha pasado?
-Nada- Len se abrazó de nuevo de su cintura- Miku nee-chan y yo platicábamos sobre lo hermoso que es este lugar.
-Ah- fingió que le creía.
Porque si no hubiera conocido a Len hubiera jurado que era el niño más adorable del mundo, pero se estaba pegando demasiado a su cintura ahora y esas manos comenzaban a causarle escalofríos. Definitivamente se sentía bien, pero ¡Por dios! Su paranoia iba en aumento mientras todos sonreían a sus alrededores y fingían que era una escena encantadora.
Y así el tiempo pasó estúpidamente mientras subían a algunos juegos todos juntos y después de todo, llegó el momento en el que quedaron sólo los gemelos junto con Kaito y Gakupo… si, era hora de llevar a cabo el plan, ahora que no había nadie.
Len tomó la mano de Rin y la miró.
-Es hora- le susurró y la soltó.
Rin estaba nerviosa, sus piernas temblaban de cierta manera, y el tan sólo mirar del chico que le gustaba hacía que sus mejillas se pusieran coloradas, una chica que podía ser tan linda como una niña pequeña pero tenía la suficiente madurez para todo tipo de cosas.
Respiró hondo y asintió con la cabeza esperando que algo pasara.
-¿Qué traman?- Gakupo se quedó a lado de Kaito, mirando a los gemelos de reojo, cruzado de brazos.
-No creo que nada que no sepas- le devolvió la mirada y sonrió- si haces algo horrible te matará.
-¿Len?- su semblante cambió a uno cargado de pavor- ¡¿Qué se supone que debo hacer?! ¡Kaito!- lo agarró de la bufanda con las dos manos desesperadamente- ¡Tienes que salvarme!
Kaito sonrió con pena y lo agarró por la cintura para guiarlo mientras caminaba lentamente.
-Tú sólo relájate, ya sabrás que hacer.
Así fueron caminando los cuatro hasta que Rin entró en la rueda de la fortuna y Gakupo fue arrastrado hasta allí con todas las fuerzas que tenía Kaito.
La puerta se cerró y los dos tortolitos quedaron adentro de una sola cabina, ahora dependía de Rin hacer su confesión y del samurái no romper el corazón de la pequeña Rin Kagamine o sufriría las consecuencias de un mundo plagado de infiernos y miles de demonios creados por la mente de Len.
¿Por qué tenía que ser la rueda de la fortuna?
-¿Por qué allí?- Len había preguntado estando los dos gemelos planeándolo todo- ¿No puedes escoger un lugar menos trillado y cursi?
-No- la chica se sonrojó de pies a cabeza e hizo un puchero- tiene que ser allí y no aceptaré otro lugar.
Claro, a veces Len olvidaba que después de todo, Rin seguía siendo una niña como todas y tenía sueños y pensamientos extraños como toda niña. Ah, y pensar que Rin era verdaderamente adorable cuando no pensaba como una niña tonta, eso le hacía reír a veces y lo clasificaba como pensamientos de niño inmaduro, lo cual era. También era una de las razones por las que le gustaba Kaito, él era tan inocente pero a la vez un misterio que le gustaba tratar de resolver; sus pensamientos de niño le hacían querer tomas el reto de domar al hermoso de Kaito Shion y ahorcarlo con su misma bufanda azul.
Quiero quitársela
Y mientras Kaito miraba atentamente como la rueda de la fortuna prendía sus luces en una escena estúpidamente romántica, Len tomó su bufanda y la empezó a desenredar de su cuello lentamente.
-¿Len?- lo miró atentamente mientras veía el azul deslizándose entre sus manos.
Un azul casi perfecto ante las luces que lo pervertían, un azul que paseaba entre lo blanco de sus jóvenes manos. Se quedó hipnotizado por ese momento, ¿Qué importaban las cursis luces de la rueda de la fortuna? ¿Qué importaba el hermoso ocaso y el sol dando paso a la oscuridad de la noche? ¿Qué demonios importaba lo demás cuando esas hermosas manos se ocupaban de su bufanda, enredándola casi inconscientemente alrededor de su cuello, llevando uno de los extremos hacia su rostro para admirar su aroma; el aroma de Kaito.
En las alturas Rin apretaba los puños y pronunciaba algo.
Me gustas
Y Gakupo sólo sonreía amablemente y abrazaba a la chica que tenía frente a él.
No tenías que pasar por todo esto, tú me gustas desde el momento en que te vi.
Las dos sombras se abrazan en lo que queda como la escena de romance perfecta mientras los ojos de Kaito se pierden por completo en los reflejos sutiles de Len Kagamine. Le miró, allí parado frente a él, con su bufanda en el cuello y esa pequeña sonrisa que escapaba de sus labios.
Realmente… el amarillo le quedaba bien después de todo.
Sólo pudo sonreír y acercarse al pequeño para abrazarlo fuertemente, mientras el tiempo pasaba y no podía ser más perfecto para todos los demás. Las cosas pasaban pero a él lo único que le importaba en ese momento era Len Kagamine envuelto en su bufanda azul, envuelto en su aroma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario